Se prohíbe llevar armas en la villa de Bilbao

A comienzos del siglo XVI la villa de Bilbao tenía unos 5.000 habitantes y en ella solían darse altercados y agresiones con cierta frecuencia. … Eran episodios de violencia que sucedían en tascas y tabernas, propiciados por el consumo de alcohol y el juego, o en los espacios públicos, por cuestiones de honor o agravios personales. Estos sucesos podían tener resultados fatales cuando sus protagonistas iban armados, un problema al que las autoridades locales intentaron poner remedio mediante sucesivas prohibiciones.
En agosto de 1500, a petición del concejo de Bilbao, los Reyes Católicos ordenaron al corregidor que hiciera cumplir una ordenanza ya vigente que prohibía llevar armas dentro de la villa. «Juan Martines de Mondragón, fiel e procurador de la villa de Biluao, nos hizo relaçion por su petiçion que en el nuestro Consejo fue presentada diziendo que en la dicha villa de Biluao por traher armas, asi los vesinos della como dese dicho nuestro Condado e de otras partes, dis que acaesçían muchos ruidos e escandalos», dice el documento firmado por Isabel y Fernando. Para evitar estos incidentes «la justiçia e regimiento de la dicha villa de Biluao fizieron una hordenança para que non truxiesen armas personas algunas, salvo la nuestra justiçia e el nuestro prestamero de Viscaya e sus ofiçiales». En consecuencia, «mandamos a todos e a cada uno de vos que de aquí adelante, en tanto que estuvieren vedadas e defendidas las dichas armas en la dicha villa de Biluao, non consintáis ni deis lugar que presona alguna las traiga en la dicha villa, salvo a la nuestra justiçia» y otras personas autorizadas. Quedaba a discreción de la Justicia el castigo para quien contraviniera la norma, al que habría que sumar además una «pena de dies mill maravedís para la nuestra cámara».
Cabe señalar que los propios Reyes Católicos habían contribuido a crear el problema al que ahora ordenaban poner remedio. Cinco años antes, en 1495, habían dispuesto «que todos tuviesen armas en el Reyno y cessase la falta que avía de ellas». Como explica el historiador Luis María Bernal, «el temor a alteraciones de cualquier tipo, así como la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad pública, justificaban que todos los súbditos tuviesen armas ofensivas y defensivas, aunque con esta medida también aumentaban las posibilidades de que se produjeran muertes o heridas graves en cualquier enfrentamiento».
Aunque se había «superado la etapa de inseguridad creada por los conflictos banderizos, a principios de la Edad Moderna los vizcaínos seguían portando armas para proteger la vida, la familia o las propiedades».
Ruidos y escándalos
El asunto fue abordado de nuevo en el Ayuntamiento el 18 de abril 1509. Ese día «Juan Sánchez de Larrabeçua, procurador syndyco de la dicha villa, dixo al sennor alcalde que todos los hombres e mançebos, vesinos e foranos, todos andaban en general con armas e trayan espadas, broqueles e dagas e punnales, estando la dicha villa graçias a Dios en buena pas e sosyego». Es decir, todo el mundo parecía ir armado a pesar de no haber necesidad de ello, estando Bilbao en paz. Una situación preocupante, «porque dello non se podrría recreçer otro bien si no ruidos e escándalos e muertes de hombres».
El síndico procurador, que era el encargado de representar a la villa en los procesos judiciales y de velar por el cumplimiento de las ordenanzas municipales, pidió al alcalde, Alonso de Balnas, que prohibiese «a todos el traer de las armas en la dicha villa», detuviera a quienes se saltaran la norma y los castigase. El alcalde, entre cuyas funciones estaba la de actuar como juez de primera instancia, escuchó la petición y aseguró estar «presto de haser todo lo que de justiçia deba de faser».
Ronda nocturna
Durante la Edad Moderna el orden público dependía de los alcaldes y de los fieles. En Bilbao «se encargaban los cabos de barrio y una ronda nocturna formada por los vecinos de la villa, obligados a realizar esta tarea por turnos, y comandada por el alcalde», como explica Luis María Bernal en ‘Historia negra de Bilbao 1550-1810’ (Txertoa).
Fue inútil. Vecinos de Bilbao y forasteros siguieron portando armas y usándolas en sus calles. En febrero de 1517 y a petición del concejo, la reina Juana y su hijo Carlos I firmaron una provisión real, la primera que dieron juntos madre e hijo para Bilbao, confirmando la prohibición. El documento recoge, una vez más, las quejas de las autoridades locales acerca de «que en la dicha villa traen muchas personas armas sin lizencia de la Justicia, de que dis que se recrecen muchos escándalos e ruidos e custiones». La reina y su hijo ordenaban al corregidor y su lugarteniente que tomaran medidas, «que no consintiesedes ni diesedes lugar, que persona alguna truxese armas salbo los que de nos tobiesen lizencia». «Vos mandamos que beades lo susodicho e proveáis como con Justicia debáis e mas viéredes que conviene a la pacificación e sosiego de la dicha uilla e vezinos e moradores de ella. Por manera que los que no tuvieren nuestra lizencia e facultad para poder traer armas no las traygan».
Sobra decir que la prohibición cayó en saco roto. Un padrón de armas realizado en Bilbao en 1525 recoge que las más habituales entre los vecinos estaban las porqueras, unas armas de asta cortas (237); las ginetas, unas espadas finas y curvadas (132); arcabuces (92); ballestas (84), espadas y rodelas (52); alabardas (31); montantes, un tipo de espadas largas (17); y unas lanzas largas llamadas partesanas (11).



