El Real Madrid ha desaparecido tras el triunfo en el Clásico, o por lo menos aquella versión que parecía poder con todo, en la que el equipo era solidario, corría y dominaba los partidos. En el arranque de la era Xabi Alonso, especialmente en el Mundial de clubes, se presumía de que, por fin, el equipo blanco corría más que sus rivales, que presionaba como nunca y que incluso robaba balones cerca de la portería contraria.
Todo ello ha pasado a mejor vida. La consecuencia, tal y como sucedió durante la pasada campaña, es que la cómoda ventaja que el Real Madrid llegó a tener con sus rivales se ha evaporado, aunque sí que es cierto que sigue luciendo galones en lo más alto de la tabla.
En Valdebebas recuerdan esa posición cuando se habla del momento del equipo, pero tampoco escapan a reconocer que la conexión entre jugadores y cuerpo técnico se ha perdido o por lo menos está sufriendo una desconexión que ya preocupa y mucho entre los dirigentes.
El partido del Elche fue tomado por el club y desde el propio vestuario (hubo charlas previas) como el del punto de partida para terminar de una vez con esa sombra de sospecha que acechaba al equipo. El examen fue suspendido por todos, o al menos así consideran en la zona noble madridista.
El segundo gol recibido ha sido tomado como ejemplo de lo que no debe suceder en un equipo como el Real Madrid. Álvaro Rodríguez, curiosamente todavía con vínculo contractual con el club blanco, recupera la pelota en el centro del campo para, ante cinco jugadores del Real Madrid, hacer lo que quiso, sin que ninguno de ellos le molestara lo más mínimo. Gol por invitación, tal y como lo definen por Valdebebas.
Lo que verdaderamente preocupa es la dinámica y los gestos que se ven durante los partidos. Sorprende que jugadores en los que el compromiso ha estado fuera de toda duda, bajen los brazos a las primeras de cambio y ahí debe aparecer la faceta Xabi Alonso, entrenador.
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Hay tiempo para que eso pase y todo vuelva a su ser, con el técnico como referencia absoluta, pero la exigencia del Real Madrid y las expectativas creadas invitan a pensar que la reacción tiene que aparecer pronto, porque la duda pasará a ser compañera de un viaje a ninguna parte.
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