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Alcaraz se separa de Ferrero, su entrenador desde que empezó en el tenis profesional

“Es muy difícil para mí escribir este post”. Con estas palabras, Carlos Alcaraz anunciaba este miércoles lo que muchos no esperaban que sucediera tan pronto: el fin de su asociación con Juan Carlos Ferrero tras más de siete años juntos.

El entrenador de Alcaraz a partir de 2026 será Samuel López. No es un desconocido, pues durante 2024 y 2025 desempeñó un rol complementario en el equipo técnico del murciano, acompañándolo en torneos importantes como Miami y Queen’s.

Lo extraordinario de esta separación no es que suceda, sino cuándo sucede. En el tenis profesional, las rupturas entre jugador y entrenador suelen venir envueltas en controversia, reproches velados o silencios incómodos.

Alcaraz y Ferrero eligieron otro camino: separarse desde la cima, desde el lugar donde ambos siempre quisieron estar. “Siento que, si nuestros caminos deportivos tenían que separarse, debía ser desde ahí arriba. Desde el lugar por el que siempre trabajamos y al que siempre aspiramos llegar”, escribió el murciano, sellando una decisión que suena menos a ruptura que a cierre natural de una obra maestra.

Ferrero, campeón de Roland Garros en 2003 y exnúmero uno del mundo, llegó a la vida de Alcaraz cuando este era apenas un chaval. Desde ese primer encuentro hasta hoy, ambos recorrieron juntos una trayectoria que redefinió el tenis moderno.

Los Grand Slams ganados, los números uno alcanzados, los títulos acumulados: todo eso forma parte del legado compartido. Pero Alcaraz no se queda con los números. “Son tantos los recuerdos que me vienen a la cabeza que quedarme solo con uno no sería justo”, escribió, reconociendo que lo vivido juntos trasciende cualquier palmarés.

Lo más revelador del comunicado es quizás lo que permanece entre líneas: la consciencia de que ambos lo dieron todo. Alcaraz escribe sobre “la tranquilidad de saber que no nos hemos dejado nada por dar, que lo hemos puesto todo a disposición del otro”.

En una profesión donde la exigencia es absoluta, donde los egos chocan con regularidad y donde la presión tiende a envenenar las relaciones, estos reconocimientos suenan casi utópicos. Sin embargo, el tono del mensaje sugiere que, en este caso, la utopía fue real.

Lo que separa esta separación de otras es la presencia del crecimiento personal. Ferrero no fue solo un técnico que transmitía tácticas de tenis. Según Alcaraz, lo moldeó como persona. “Me has hecho crecer como deportista, pero sobre todo como persona. Y algo que valoro muchísimo: he disfrutado del proceso”, escribe el murciano.

Siete años es una eternidad en el tenis moderno. Alcaraz pasó de adolescente promisorio a campeón indiscutible. Ferrero pasó de ser una leyenda relegada al pasado a ser el arquitecto de la leyenda viva. Ambos crecieron juntos, en direcciones distintas pero complementarias.

Y ahora, en un acto que requiere madurez emocional poco común, ambos reconocen que el ciclo está cerrado.

El comunicado de Alcaraz concluye con una frase que captura la esencia de lo que fue esta asociación: “Te deseo lo mejor de corazón en todo lo que venga”. No es un adiós resentido, sino un hasta luego pronunciado desde la gratitud.

Nuevas aventuras aguardan a ambos, pero el legado conjunto permanecerá intacto: una alianza que transformó sueños de niño en realidades mundiales, que enseñó que ganar también es disfrutar del camino, y que demostró que no todos los finales en el deporte profesional tienen que ser de batalla.

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